Monseñor Juan Luis Cipriani ha salido a la carga en contra de la legalización del aborto (que no es lo mismo que legitimización). Dijo “horror”, se le crisparon los cabellos, y en nombre la moral del Opus Dei, cargó su rabia para esputar su bilis contra aquellos que proponen que el aborto en el Perú pueda darse en clínicas legales y con tratamientos médicos que salvaguarden la integridad de la paciente. No es novedoso que Cipriani entre en ataques epilépticos cuando se pone en discusión y debate temas que en sí no van a cambiar el destino del país. Sobre el aborto tenemos que entender que debe centrarse entre la Cantidad de Vida y la Calidad de Vida; y sabemos que en el Perú, como en gran parte del globo, éstas son muy bajas.
EL LOBO DISFRAZADO DE CORDERO
Además de su desenfrenada ira, Cipriani será, por corto tiempo, recordado por una frase que debería estar en su lápida: los derechos humanos son una cojudez. Esta frase retrata mejor que nada al cardenal en cuerpo y pensamiento. Claro, no podría ser de otro modo, ya que este defensor de la vida asolapó los crímenes que se cometieron en Ayacucho en la época de la guerra interna en la cual él fue obispo, negando ayuda a campesinos, a gente humilde que acudía a pedir apoyo en la casa de dios. Para nadie es un secreto que fue un cómplice del dictador Fujimori. Recordemos un episodio de su macabra vida: durante la toma de la casa del embajador del Japón en 1997, Cipriani fue uno de los mediadores para la solución del problema pero en vez de buscar un arreglo pacífico solo encubrió una operación militar que acabó con la vida de los 14 militantes del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru – MRTA, los cuales fluctuaban entre los 18 y 21 años, casi en todos los casos. Recordemos que hay ex rehenes que han dicho que vieron a los jóvenes rendirse y que fueron asesinados en la operación “ejemplar” realizada por “valientes” comandos que estaban en proporción de más 14 a 1: 200 militares, con todo un aparato millonario, a 14 guerrilleros llenos de corazón. Cipriani filtró micrófonos, hizo labor de espía, traicionó a los mediadores, a los familiares de rehenes y emerretistas, como a un grueso de los intermediadores internacionales.
Cipriani, que cada vez que se habla de aborto dice que es pecado quitar la Vida a cualquiera; por ende el aborto es pecado castigado con la excomunión…, entonces cuál será el castigo, dentro de los cánones del Opus Dei, para aquellos que no protegieron o ayudaron a quienes huían de la violencia, para aquellos que menosprecian a los Derechos Humanos, o a aquellos que fueron cómplices de matanzas, de muerte indiscriminada a jóvenes que creían en ideales similares a los de Cristo y que tenían reclamos que podían ser solucionados.
El señor Arzobispo, Juan Luis Cipriani, “defiende” vidas inciertas mientras negó el derecho de vivir a quienes ya tenían vida.
Eduardo B. Gutarra.
28 de enero del 2011.