La semana pasada el presidente Alan García (el del Perro del hortelano), oficializó la fundación de dos universidades nacionales: de Huanta y la de San Juan de Lurigancho (Lima). Hace poco, también, se logró la fundación de una universidad en la Selva Central. La fundación de cada centro educativo debe ser una alegría, ya que éstos sí son el progreso y crecimiento de la sociedad, del país.
Pero es una lástima que estos recién nacidos no vengan con su pan bajo el brazo, sino, por el contrario, vienen a compartir el hambre por el que pasa la educación peruana. Menos del 3% del PBI se destina para este sector; de por más está decir que ha quedado bajo polvo y telarañas el prometido 6% para la Educación. Entonces de qué van a vivir estas Universidades, de discursos y buenas voluntades, no lo creemos. Es increíble que en un país donde se crece anualmente un 9% en economía, la educación y la salud, derechos y servicios básicos, cuenten con miserias como presupuesto; es decir, se cree y se hace apología al mercado de las transnacionales pero no se hace nada por el crecimiento cultural del país. A dónde va el dinero, el lector juzgue y saque sus conclusiones.
No solo se hace demagogia con la fundación de estas universidades sino que se puede decir que es la crónica de una muerte anunciada ya que este gobierno – y en general el sistema – se esfuerza por desaparecer la educación pública y aboga porque este derecho sea una mercancía más que esté bajo las leyes del mercado; esto es demostrado con la Municipalización de la educación, la Nueva ley de la Carrera Magisterial y los proyectos de ley sobre la Universidad. Es algo que viene desde la dictadura de Fujimori y que sin disgusto han continuado Toledo y García.
La pululación de universidades al paso o fábricas de cartones agudizan la crisis de la formación universitaria; y no es que el problema sea el número de estas instituciones sino la calidad con la que forman a sus estudiantes. Programas a distancia, docentes mediocres, estructuras inadecuadas, programas improvisados, la corrupción de autoridades, todo esto contribuye a la mala formación de los profesionales que creen que el título es la meta. Además, y de manera preponderante, la sociedad y los medios de comunicación que obligan a creer que el profesional debe estar al servicio del mercado, que el mercado es lo único real, asimismo el desquiciado afán del lucro personal han hecho que en la actualidad el nivel de la universidad peruana esté por los suelos. Hagamos una comparación entre la producción intelectual de décadas pasadas con las de ahora, no hay un crecimiento significante en cuanto a la cantidad y menos en la calidad. Tenemos que ser objetivos: había una mejor y mayor producción cuando los universitarios estaban más comprometidos con su realidad.
El problema de la educación radica entre la agresividad del neoliberalismo, con sus sirvientes que fungen de autoridades y que son expertos en la demagogia, y la pasividad, evidente en la indiferencia, de los estudiantes universitarios.
Eduardo B. Gutarra
31 de enero del 2011.
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